jueves, 19 de marzo de 2009

Sapo común

El sapo común (Bufo bufo) es junto a la rana común, el anfibio más popular y conocido de los presentes en nuestro país, y también el de más amplia distribución.
Son animales solitarios, predominantemente crepusculares y nocturnos. Durante el día permanecen ocultos bajo piedras, hojarasca o troncos si bien en ocasiones se les puede encontrar a plena luz del día como este de la fotos (que por cierto muy bien no debía de estar)
Tienen una actividad muy terrestre y se les puede encontrar bastante alejados del agua, a la que sólo acuden para reproducirse o para hidratarse, se esconden siempre en el mismo lugar y tienen una hibernación de octubre a marzo.


Su aspecto general es robusto, alcanzando a veces hasta 20 cm. de longitud en algunas hembras (lo normal: machos 6 - 8,5 cm, hembras 7 - 12 cm) Poseen una cabeza no muy grande en relación al tamaño del cuerpo, algo aplastada, ancha y con un desarrollado arco supraciliar o ceja. El hocico es corto y redondeado. Las glándulas parótidas son alargadas, muy desarrolladas, y los tímpanos, de la mitad de tamaño que las pupilas, son poco visibles.

Glándulas parótidas


La pupila es horizontal, y el iris de un color rojizo (fijaros), característica esta suficiente para diferenciarlo de otros anuros parecidos.

Su piel es rugosa con abundantes verrugas distribuidas por todo el cuerpo. El diseño de la piel es muy variable, aunque dominan los tonos de fondo marrón o rojizo, salpicados de manchas irregulares más claras de color crema o amarillento. Dependiendo de las regiones pueden ser desde casi completamente negros a otros diseños pálidos, incluso verdosos. El vientre es blanquecino salpicado de manchas oscuras.



Las patas anteriores son cortas con cuatro dedos y dos tubérculos en las palmas. Las posteriores son más largas y tienen cinco dedos con membranas interdigitales poco desarrolladas. Habitualmente se desplaza andando, aunque tiene capacidad para el salto, una de las características que sirven para diferenciarlo del sapo corredor.

A mediados del invierno o bien entrada la primavera, dependiendo de la altitud, los sapos entran en celo. Esto ocurre cuando la temperatura media se sitúa en torno a los 12ºC (con temperaturas por debajo de 5ºC no salen de sus refugios). Las hembras tienen una talla muy superior a los machos, cosa que se puede apreciar al encontrar con una pareja en apareamiento (esta posición se denomina amplexo). Las patas delanteras de los machos son mas largas y durante el celo muestran unas callosidades oscuras en los tres primeros dedos de las manos y un tubérculo carpiano que le permiten agarrar fuertemente a la hembra.
Son muy fieles con los puntos de agua que utilizan para reproducirse y cada año realizan auténticas migraciones, desde sus territorios de campeo hasta ellos (y para su desgracia muchos dejan su vida aplastados en las carreteras). Los machos son los primeros en llegar y esperan en el agua a las hembras, que acuden unos días después. No tienen saco bucal por lo que el canto de reclamo ("ork, ork...") es apagado, algo metálico. El número de machos es más elevado que el de hembras, por lo que se producen auténticas batallas campales para conseguir subirse encima de una de ellas. El amplexo es axilar y resulta curioso observar en ocasiones a varios machos abrazados a una misma hembra, a ejemplares de otras especies, individuos muertos o incluso a objetos inertes (punteras de botas, etc..). Este fragor produce a veces la muerte de la hembra por ahogamiento o asfixia. Los machos permanecen más tiempo en las charcas, a la espera de aparearse con varias hembras. Estas no permanecen más que el tiempo necesario para aparearse y poner los huevos. La puesta es la mas numerosa entre nuestros anuros (algunos autores han contabilizado por encima de los 12.000 huevos). Los cordones de puesta miden varios metros de longitud, y tienen varias filas de huevos de color negro. Conforme la hembra los va depositando en el agua, el macho los fecunda y son enrollados sobre las plantas y ramas sumergidas o directamente en el lecho.
La eclosión de las larvas se produce a los 5-15 días, dependiendo de la temperatura del agua. Los pequeños renacuajos, de unos 4mm, se dispersan por la charca y suelen situarse en las orillas cerca de la superficie, con el fin de acelerar su desarrollo al estar estas zonas mas expuestas a la radiación solar. Son detritívoras y se alimentan de algas, materia vegetal sumergida, detritus, fitoplacton, etc.


Tanto las larvas como los huevos contienen varias toxinas, por lo que no son poco apetecibles para sus depredadores. Aun así larvas de libélulas, escorpiones acuáticos, peces, larvas de salamandra, etc. dan buena cuenta de ellas. El desarrollo larvario dura de 2 a 4 meses, en función de la temperatura del agua y la disponibilidad de alimento. Al finalizar la metamorfosis los pequeños sapillos de apenas 1,5 cms. de longitud, abandonan el agua y permanecen en los alrededores de la charca alimentándose de pequeños invertebrados. En años óptimos los juveniles tapizan el suelo que rodea a las charcas de puesta, escondidos entre la vegetación y bajo las piedras. Es toda una estrategia de reproducción masiva: la sobreabundancia desborda a corto plazo a los predadores.
La vida media es de unos 10 años y su longevidad máxima es de 30 años.
Los sapos se alimentan de escarabajos, hormigas, miriápodos, larvas de insectos y lombrices. Los grandes ejemplares también pueden alimentarse incluso de crías de ratón recién nacidas. Son muy diestros y hábiles a la hora de capturar a sus presas; se quedan totalmente inmóviles esperando a que llegue alguna presa desprevenida y entonces, con una gran velocidad, sacan su lengua protráctil y engullen a la presa.
Por su parte ellos también sirven de alimento a una amplia variedad de animales, en especial las culebras viperina y de collar, las víboras, rapaces nocturnas y diurnas y diversos mamíferos carnívoros, como turones, ginetas y tejones. Destacar también que una especie de mosca (Bufolucilia bufonivora) deposita sus huevos sobre el cuerpo de los sapos, posteriormente las larvas se introducen en el cuerpo y literalmente los devoran vivos, hasta causarles su muerte. Su principal mecanismo de defensa es la huida, ayudados por una piel abundantemente cubierta de mucosidad y por su excelente capacidad para saltar. Las toxinas presentes en la piel son potentes y algunos mamíferos que intentan comérselos pueden sufrir graves secuelas (cuidadín si tenéis perros). La nutria y otros mustélidos se cuidan mucho de despellejar al sapo antes de su ingestión. Aparte de la toxicidad de la piel, y de la secreción venenosa de color amarillento que segregan por las glándulas parótidas, poseen otro mecanismo de defensa muy curioso, que consiste en hincharse de aire, levantar las patas traseras y agachar la cabeza, consiguiendo de este modo un notable aumento de volumen y dificultando su ingestión, sobre todo por parte de las culebras.

Debido a su aspecto poco agraciado, desde la antigüedad ha estado asociado a multitud de leyendas negras que no lo han beneficiado mucho. Hoy en día la transformación y destrucción de los escasos puntos acuáticos que tradicionalmente utilizaba para reproducirse, los atropellos que sufren cuando se desplazan a sus lugares de reproducción, la contaminación de arroyos y la introducción de fauna alóctona, hace que la especie se encuentre en franco retroceso o incluso que desaparezca de muchos lugares donde anteriormente habitaba. Cada vez hace menos honor a su apellido de “común”.
Otros factores recientemente detectados, son las mortandades de larvas debida a unas radiaciones solares excesivas, al disminuir la capa de ozono y las infecciones producidas por un hongo, que produce mortandades masivas.
La parte positiva es que poco a poco se está cambiando la actitud de la gente ante los sapos y ya se empieza apreciar su importancia como ayudantes gratuitos frente a plagas del campo.

3 comentarios:

la granota dijo...

En Sierra Nevada fotografíe dos bufos bufos haciendo amplexaditas de roma...

Nacho Cembellín dijo...

Ay!... de pequeño gustaba de cazar ranas, sapos y lagartos ocelados. Hoy sé que estaba mal pero para mi defensa te diré que nunca maté ninguno y siempre, despues de cazarlos, los soltabamos... bueno miento un poco, los lagartos se los llevabamos a mi abuela para que los hiciera en multitud de variantes... hasta que descubrí todo ese lio del respeto por la naturaleza y su protección...

Una de las veces encontramos una sapa enorme en un pozo seco... era enorme, o al menos eso recuerda mi cerebro infante...;-)

Furacán dijo...

Granota, podías poner las fotos aunque seas subidas de tono jeje

Nacho, yo creo que eso nos gustaba a todos los niños aunque a mi coger ranas no se me daba nada bien, pero el resto grillos, escarabajos, caracoles, lagartijas... yo tampoco los mataba. Tengo unas fotos de un lagarto ocelado, a ver si las pongo proximamente.