sábado, 25 de octubre de 2008

Un fósil viviente: Ginkgo biloba

Hace mucho mucho tiempo... antes de que los primeros dinosaurios caminaran sobre nuestro planeta, aparecieron los Ginkgos.
Las Ginkgoáceas se originaron hace unos 270 millones de años y alcanzaron su esplendor en el período Jurásico en el que se llegaron a contabilizar 11 especies diferentes. Hace 65 millones de años, al tiempo de la gran extinción del final del Cretácico comenzó su declive. Más adelante, hace 7 millones de años, se extinguieron en América y 4,5 millones de años después lo mismo ocurrió en Europa. De todo aquel gran grupo de árboles que prosperó junto a los grandes saurios, sólo ha sobrevivido una especie hasta nuestros días, el Ginkgo biloba.
Sin parientes vivos, el Ginkgo biloba está clasificado en su propia división, la Ginkgophyta, siendo el único miembro de la clase, Ginkgoopsida, y por tanto del orden (Ginkgoales), la familia (Ginkgoaceae) y el género (Ginkgo).
Originarios de Extremo Oriente, se cree que no existen en estado salvaje, porque aunque se han encontrado algunos bosques de ginkgos, se sospecha que no han nacido de forma espontánea.
El Ginkgo fue descubierto al mundo occidental en 1691 por el botánico alemán Engelbert Kaempfer que vio algunos ejemplares en jardines de monasterios budistas japoneses (allí eran considerados árboles sagrados) y desde allí se trajeron los primeros ejemplares que llegaron a Europa en 1717 y a América en 1758. El nombre original de este árbol en chino fue "albaricoque plateado"(銀杏; yín xìng). La escritura de esta palabra fue introducida al japonés en el siglo XVII, pero con otra pronunciación: ginkyō. Éste fue el nombre que conoció Kaempfer.
Aunque en el idioma japonés los caracteres kanji siguen siendo los mismos, su nombre se pronuncia hoy como ichō o ginnan. En chino moderno, el nombre es 白果 (bái guǒ), que significa "fruta blanca".

El ginkgo es un árbol dioico, hay machos y hembras. La mayoría de los árboles que se pueden ver por ahí son machos, más que nada porque las hembras dan los frutos que desprenden un olor nauseabundo al pudrirse.

Ejemplar en Santiago de Compostela

Puede superar los 40 metros de altura, (se habla de un ejemplar en Dabao-China de 60 metros) y vivir más de 2000 años.
Sus ramas son generalmente rectas, gruesas y rígidas ya en los ejemplares jóvenes, aunque la ramificación en éstos suele ser laxa. La corteza es de color pardo grisácea o pardo oscura, con surcos y hendiduras muy marcadas
Presenta unas hermosas hojas en forma de abanico,verde amarillentas, a menudo con dos lóbulos ( bilobulada, de donde viene el nombre biloba) y con nervios que parten del peciolo en forma de rayos. Las que salen de los brotes largos más separadas; las que salen de los brotes cortos, mas apretadas. En otoño adquieren un llamativo tono amarillo. Los monjes budistas las introducian en los libros por para preservarlos de ataques de insectos y hongos.


Las aplicaciones de este árbol son innumerables. Sus semillas llamadas pake-wo son comestibles pero además de sus hojas se obtiene un extracto que posee flavonoides (ginkgoloides y heterósidos) que al ingerirse aumentan la circulación sanguínea central y periférica, y como consecuencia se hace más eficiente la irrigación de los tejidos orgánicos.
Gracias a esta propiedad se emplea para disminuir el riesgo de trombosis, mejorar la memoria o incluso como una especie de Viagra.
Además, estos flavonoides también son efectivos en neutralizar radicales libres que causan daño celular y envejecimiento.
Y es que el ginkgo es un árbol muy resistente. Soporta muy bien la contaminación, el fuego, las bajas temperaturas, la falta de luz e incluso... ¡las bombas atómicas!.
Una historia curiosa pero preciosa: el 6 de agosto de 1945 explotaba en Hiroshima, la primera de las dos bombas atómicas lanzadas en Japón en la Segunda Guerra Mundial. Un ginkgo que se encontraba en los jardines de un templo budista, a 1 km del lugar de la explosión quedó destrozado como todo a su alrededor.
Pero en la primavera siguiente, para sorpresa de todos el viejo ginkgo brotó de nuevo.
Después de la guerra consideraron transplantar o echar abajo el ginkgo para reconstruir el templo pero afortunadamente se decidió dejarlo allí y ajustar el templo a aquél (ojalá se siguiera este ejemplo más veces), así el templo ahora tiene peldaños en el frente, divididos en dos lados, protegiendo el Ginkgo dentro de esta forma de ‘u’.


Hoy en día el árbol sigue vivo y posee el nombre de árbol portador de esperanza "Hosen-Ji". A su pie se puede se puede leer una inscripción que reza: "No más Hiroshimas".

5 comentarios:

Arturo de las Liras dijo...

Es un árbol espléndido, sobretodo cuando al llegar el otoño cambia su follaje verde por el dorado.
Decir que crece muy, muy lentamente, como que planté uno hace unos 15 años...y sólo mide un par de metros!!

la granota dijo...

Qué preciosa historia! Me encanta cuando mezclas las curiosidades biológicas con anécdotas más "antropológicas".

MAE dijo...

Tenía en mente sembrar uno en mi pequeño jardín pero con este relato me voy a un vivero a por uno rauda y veloz ¡¡qué bonito árbol!!

Besicos.

Pep dijo...

... habrá que envolverse en hojas para conservarse ... no? ... cómo me ha gustado majo ...
saluz

A. dijo...

Me ha gustado tu historia, el árbol mantiene su merecido derecho de permanencia.